Otros
análisis y aportes sobre la crisis de Hidroituango
En meses pasados, el Doctor Gustavo
Wilches-Chaux, en el portal Razonpublica.com, nos regaló unas observaciones muy
importantes, que les sirven a todos nuestros lectores, para que se hagan una
idea de lo contextualizadas que han estado nuestras organizaciones respecto de
las críticas a un proyecto que ha generado todo tipo de censuras y de rechazos,
más allá de las confrontaciones politiqueras que se han abierto, y en las que
no podemos seguir cayendo. Eso sí, que el Señor Jorge Londoño de la Cuesta no
siga sacando pecho frente a las múltiples irresponsabilidades cometidas de su
parte.
“Mientras uno se ve en posición favorable para dispensar favores, no
suele encontrar personas desagradecidas”
Francois de la
Rochefoucauld
JUNTA DIRECTIVA JUNTA DIRECTIVA JUNTA DIRECTIVA
UNITRATEL UNIGEEP SINTRAUNE_EPM
Hidroituango: el desastre
más complejo que ha vivido Colombia en el último siglo
Estas son las razones
Gustavo
Wilches-Chaux*
Los peores desastres
Cuando asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, “La Violencia”
ya se venía gestando desde hacía una década, en el intento de frenar cualquier
cambio en la tenencia y los usos de la tierra en Colombia.
Bajo otras denominaciones y con otras características, ese conflicto
armado se mantiene hasta ahora. Puede decirse entonces que este desastre
continuado durante más de ocho décadas es el que ha causado y sigue causando
más pérdidas de vidas, más comunidades desplazadas, más destrucción y más dolor
para los colombianos.
En términos de personas muertas y desaparecidas en un solo evento, no
cabe duda de que la destrucción de Armero el 13 de noviembre de 1985 es el peor
de los desastres de nuestra historia ocasionados por un fenómeno natural.
Recordemos que ya dos Armeros habían sido destruidos en 1595 y en 1845
porque fueron construidos junto al cauce del río por el cual descienden las
“avalanchas” o flujos de lodo provenientes de las erupciones del volcán Nevado
del Ruiz / Cumanday. Puesto que por tercera vez esa población se volvió a
construir en el sitio, mal podríamos atribuirle al volcán toda la
responsabilidad por ese desastre.
En cuanto a la extensión del área afectada por un solo evento natural,
posiblemente el desastre causado por el terremoto del Eje Cafetero, del cual
este 29 de enero se cumplieron veinte años, es el que más municipios ha
afectado hasta ahora.
Pero el desastre ocasionado por el proyecto de Hidroituango en toda su
zona de influencia, constituye el más complejo que ha vivido el país, por lo
menos en el último siglo.
Las
siguientes son algunas de las razones en las cuales sustento mi afirmación:
El origen de la amenaza:
La amenaza que desató y que sigue
alimentando este desastre no es un evento puntual sino un proceso de
largo plazo.
Y no es de origen natural sino humano y tecnológico: el desastre de
Hidroituango resulta de la manera como se concibió, se planificó y se ha venido
llevando a cabo el proyecto en sus dimensiones técnica, ambiental y social.
Esto marca una diferencia sustancial con los desastres desencadenados
por fenómenos naturales, porque en este caso la responsabilidad por causar la
amenaza, por los daños y riesgos ambientales y sociales que el proyecto está
creando en su zona de influencia, tiene un rostro identificable: las Empresas
Públicas de Medellín (EPM).
No quiero decir, por supuesto, que EPM haya tenido la intención de crear
los riesgos que se están convirtiendo en desastres. Pero sorprende que una
empresa que ha sido orgullo de Antioquia y un modelo para el resto del país, no
haya llevado a cabo una necesaria y efectiva gestión del riesgo, sobre todo
tratándose del proyecto de generación eléctrica más ambicioso y costoso en que
Colombia se haya embarcado.
El desastre ocasionado por el proyecto de
Hidroituango constituye el más complejo que ha vivido el país, por lo menos en
el último siglo.
Por ejemplo: no se entiende cómo no previeron los riegos de la decisión
que tomaron en abril de 2018. Con el propósito de acelerar el llenado del embalse, resolvieron taponar los dos túneles por
donde estaba fluyendo parte del agua del río Cauca mientras se acabada de
construir la represa.
Tampoco se entiende por qué (como también sucedió en el Quimbo) no
removieron la materia orgánica procedente de la tala de los bosques que se
encontraban en la zona que iba a ser inundada. Este descuido evidente
contribuyó a taponar el único túnel que le quedaba al agua para ejercer su
Derecho a Fluir. Otra prueba de que como que no tenemos capacidad
de aprendizaje.
Le recomendamos: Hidroituango: una catástrofe que pudo
ser evitada.
El desastre comenzó hace más de veinte años:
La emergencia que se presentó a principios de mayo del año pasado
constituyó apenas el comienzo de una nueva etapa del desastre a que ha dado
lugar este megaproyecto.
Las medidas para controlar esa emergencia y las nuevas que surgieron a
partir de allí, han logrado evitar que se produzca la pérdida de más vidas
humanas. Pero no han podido evitar los traumatismos de todo tipo que desde que
comenzó el proyecto han afectado a las comunidades de su zona de influencia.
La investigadora Juana Afanador resalta una de las dimensiones más
trágicas de este desastre: “En la zona escogida para construir Hidroituango se
concentran unas 15 mil personas afectadas por el conflicto armado. De ellas,
4.500 sufrieron desplazamiento forzado entre 1990 y 2012 […] Además de Ituango,
en la que queda el corregimiento de El Aro, hay otros 11 municipios afectados
por la represa: Valdivia, Yarumal, San Andrés de Cuerquia, Santa Fe de
Antioquia, Buriticá, Peque, Briceño, Sabanalarga, Toledo, Liborina y Olaya. Y
en la mayoría de ellos, se experimentaron masacres. En cifras aproximadas, se
cree que hay entre 300 y 600 víctimas enterradas, de 62 masacres cometidas por
paramilitares”.
Entre el 22 y el 31 de octubre de 1997 las Autodefensas Unidas de
Colombia se tomaron la población de El Aro, torturaron y asesinaron a 16
campesinos e incendiaron el caserío. Al cumplirse el vigésimo aniversario de
ese suceso, El Tiempo publicó una serie de testimonios que merece
ser leída para que no olvidemos el horror que conlleva la degradación del
conflicto armado en Colombia, y cuyas víctimas en ese caso han sido
simultáneamente las víctimas de este megaproyecto de desarrollo.
Isabel Zuleta, líder del Movimiento Ríos Vivos Antioquia, relató
cómo en los albergues donde se encuentran cientos de familias evacuadas de las
zonas de alta amenaza se está dando el reclutamiento de menores –inclusive de
niños- por parte de grupos armados ilegales. También han aumentado las amenazas
contra líderes de ese movimiento y contra sus familiares. Otros líderes ya han
sido asesinados.
Por su parte El Espectador enumera “los hechos tan violentos:
incursiones de grupos armados en zonas urbanas, masacres, desplazamientos y
zozobra es lo que se empieza a vivir en diversos territorios del país”, entre
los cuales se encuentran los de la zona de influencia de Hidroituango.
Lo que puede
venir:
Informes como el de Germán Vargas Cuervo del Instituto de Estudios Urbanos de la
Universidad Nacional, el de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y
San Jorge y el de un grupo
de expertos de Naciones Unidas coinciden en alertar sobre los riesgos
enormes que implicaría un colapso de la presa. No solo sobre la zona de
influencia inmediata sino sobre los municipios de La Mojana y de allí, aguas
abajo, hasta la desembocadura del río Magdalena, cuyo principal afluente es el
Cauca.
En medios respetables también ha circulado información en el sentido de
que un informe elaborado por el Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos, que hasta ahora se ha mantenido en reserva,
concluye con advertencias similares.
Los escenarios de riesgo descritos en esos informes no se pueden
descartar con el fácil argumento de que “son del año pasado”. Y todavía menos
cuando existen pruebas suficientes sobre la inestabilidad geológica de las
montañas donde está anclada la infraestructura de la represa -inestabilidad que
por distintas razones ha aumentado desde que comenzó la emergencia en mayo
2018-.
La emergencia que se presentó a principios de
mayo del año pasado constituyó apenas el comienzo de una nueva etapa del
desastre.
Hay quienes aseguran que la presa en este momento es totalmente segura y
que no tiene peligro de colapsar. Pero el propio gerente de EPM justificó la
medida de cerrar la compuerta de la casa de máquinas este 5 de febrero (y que
dejó al rio Cauca casi del todo seco durante cuatro días) con el preciso
argumento de que se trataba de “salvar la vida de las comunidades”. ¿Salvarlas
de qué? De lo que podría suceder si llegara a colapsar la presa.
Detrás de las palabras del gerente bien pudo estar el informe que la firma Integral (que viene acompañando
el proyecto desde que se concibió) entregó a EPM el 4 de febrero, el cual
“alerta sobre el alto riesgo de fallas de la estructura de captación”, cuyo
desplome podría afectar la estabilidad de toda la presa.
Estos son los algunos de los principales, aunque no los únicos, factores
que permiten reafirmarlo: este es el desastre más complejo que ha tenido que
afrontar Colombia por lo menos en el último siglo.
Para poderle encontrar una salida y evitar que el desastre adquiera
dimensiones aún mayores, es necesario:
- Analizarlo en su
contexto territorial e histórico, y
- Entenderlo como un
proceso, no como una simple sucesión de hechos violentos y emergencias
desconectadas.
*Cofundador de Razón Pública.
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