Mientras
el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez Zuluaga, continúa su escalada mediática
en las redes y en la prensa amarillista de toda nuestra región, con sus shows
faranduleros persiguiendo la delincuencia común, pero dejando a la corrupción
que carcome a todo su gabinete, en manos del GEA, acabar con nuestros recursos
naturales y entidades estatales, el ex concejal Gonzalo Álvarez Henao, sigue
aportando La verdad real, bajo un
análisis auténticamente serio. Debido a esto Francisco Zapata, en su Foro
Chat y Las2Orillas, en su página, han publicado un artículo que pone en
evidencia las mentiras que ocultan los que secundan la podredumbre, gracias a las
jugosas pautas publicitarias que reciben.
“Engullimos
de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos
amarga”
Denis Diderot
JUNTA DIRECTIVA
UNIGEEP
A
continuación un artículo para dos fechas y publicaciones distintas, pero con un
solo autor.
LOS DOS
PODERES QUE COHABITAN EN MEDELLÍN
Foro
Chat 1
agosto, 2018
GONZALO ALVAREZ HENAO Ex concejal de Medellín
En la comuna 13 de Medellín, miden
fuerzas los dos poderes que cohabitan en la ciudad.
El plato está servido y el debate sobre la violencia urbana en Medellín está sobre la mesa y al rojo vivo, y no es para menos. Por la experiencia y el conocimiento que tengo de la ciudad, me atrevo a opinar en torno a este asunto tan complejo y de tan difícil solución, con alguna tranquilidad. No es la primera vez que opino sobre este espinoso y delicado asunto. Esta vez quiero decir que se equivocan en sus diagnósticos los que nos quieren vender como receta, la fórmula empleada en la década de los 80 para superar el conflicto, porque la de hoy no es comparable con la que vivimos en esa época, sin embargo los métodos que se están utilizando para combatirla son los mismos, y ya la historia se ha encargado de demostrar y corroborar que son ineficaces y deficientes. En este breve escrito, intento explicar la diferencia que existe: en los años 80 la violencia se asociaba con el narcotráfico y más concretamente con Pablo Escobar y la delincuencia común.
El plato está servido y el debate sobre la violencia urbana en Medellín está sobre la mesa y al rojo vivo, y no es para menos. Por la experiencia y el conocimiento que tengo de la ciudad, me atrevo a opinar en torno a este asunto tan complejo y de tan difícil solución, con alguna tranquilidad. No es la primera vez que opino sobre este espinoso y delicado asunto. Esta vez quiero decir que se equivocan en sus diagnósticos los que nos quieren vender como receta, la fórmula empleada en la década de los 80 para superar el conflicto, porque la de hoy no es comparable con la que vivimos en esa época, sin embargo los métodos que se están utilizando para combatirla son los mismos, y ya la historia se ha encargado de demostrar y corroborar que son ineficaces y deficientes. En este breve escrito, intento explicar la diferencia que existe: en los años 80 la violencia se asociaba con el narcotráfico y más concretamente con Pablo Escobar y la delincuencia común.
Hoy no se encuentra entre nosotros, Pablo Escobar, y tampoco la
delincuencia común que conocimos en los años 80. Razón suficiente
para decir que el tratamiento que se le tiene que dar al asunto, es
completamente diferente. Mientras las distintas autoridades tengan como
estrategia perseguir a la delincuencia común, van a fracasar en su intento. En
los años 80 se hablaba de raponeros, cosquilleros y atracadores. Muchos de
ellos funcionaban individualmente, esto es, de manera aislada. Esta
delincuencia sufrió una metamorfosis, y de delincuentes aislados,
pasaron a constituirse como bandas, y hoy se les califica de combos o
estructuras armadas, que además cuentan con armamento propio y pesado.
El fortalecimiento de las organizaciones delincuenciales que hoy trabajan bajo el control de los paramilitares, se originó a partir de la alcaldía de Juan Gómez Martínez. Periodo en el cuál, se les propuso a los muchachos integrantes de las todavía incipientes bandas, que dejaran las armas a cambio de estudio y la implementación de proyectos económicos en sus zonas de residencia, entre los que se contaban las panaderías. El Doctor Gómez Martínez, no tuvo en la cuenta para nada el dicho popular que dice que vaca ladrona no olvida el portillo. Los que habían entregado las viejas armas, rápidamente, las remplazaron con artefactos nuevos, compradas con dinero oficial y en los locales, no solo se procesaba el pan, sino que también se ocupaban como bodegas, para guardar objetos robados. Algunos de estos espacios, fueron más tarde allanados por las autoridades.
La confrontación armada en Medellín, a juzgar por los resultados obtenidos, no parece tener una solución policial, puesto que tiene un fuerte componente económico político, y trasciende la comuna 13, que es en donde hoy están midiendo el pulso los dos poderes que cohabitan en la ciudad. Por un lado el Alcalde respalda los dueños de buses que manifiestan no poder pagar un tributo tan alto como el que le ha fijado el poder real que controla las comunas 12 y 13 y les ofrece seguridad. El otro poder que impone su ley a sangre y fuego, les dice que si no pagan no pueden trabajar. Los platos rotos de esta confrontación, la están pagando con su vida los conductores de buses, en menos de 15 días se han presentado ataques contra estos, con un saldo de dos muertos.
¿Por qué este grave problema en vez de resolverse se incrementa? Muy sencillo, porque el paramilitarismo también sufrió su metamorfosis, y de un proyecto que se presentaba como contrainsurgente, que resultó estrechamente ligado con el narcotráfico, el cuál después de la supuesta desmovilización, pasó a ser un proyecto político, económico y militar con cobertura nacional y con vocación de poder. Dominio que de manera directa o indirecta, ejercen en el orden territorial.
En Medellín se ve más claro que en cualquiera otra región del país la confrontación de los dos poderes que están funcionando en una misma unidad geográfica. La preocupación de algunas autoridades, no radica propiamente en la inseguridad ciudadana, sino en cómo salvaguardad los intereses de sus patrocinadores electorales. En los respectivos análisis que se hacen del conflicto urbano, no se tiene en la cuenta que también están confrontados los dos modelos económicos, que cohabitan en la ciudad. Hablo de la economía tradicional y la economía emergente. El paramilitarismo en Medellín, no es solo narcotráfico, cobro de tributo o extorciones como lo califican las autoridades, sino un próspero emporio económico con mucha influencia política y un poder corruptor descomunal, que está poniendo en jaque a los empresarios vinculados a la industria. Hay que decir aquí que algunos empresarios, también tuvieron una mutación y pasaron a ser importadores de mercancías o contrabandistas con vínculo con el narcotráfico. En este reglón de la economía, o sea, en el renglón de las importaciones, la voz cantante la tiene el dinero del narcotráfico. GAH.
GONZALO ALVAREZ HENAO varías veces concejal de la ciudad de Medellín con impacto serio y profundo para la ciudad. Sus debates frente a temas de profundo calado para la ciudad como la inseguridad, los negociados empresas UNE epm, Orbitel, eevv, otorgaron en su momento credibilidad al Concejo de Medellín.
Comuna 13,
donde se miden las fuerzas de los poderes que cohabitan Medellín
La confrontación armada, a juzgar por
los resultados obtenidos, no parece tener una solución policial, puesto que
tiene un fuerte componente económico y político.
Por: Gonzalo Álvarez Henao
| Julio 31, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja
exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el
pensamiento ni la opinión de Las2Orillas.
El plato está servido y el debate
sobre la violencia urbana en Medellín está sobre la mesa y al rojo vivo, no es
para menos. Por la experiencia y el conocimiento que tengo de la ciudad me
atrevo a opinar en torno a este asunto tan complejo y de tan difícil solución
con alguna tranquilidad. No es la primera vez que escribo sobre este
espinoso y delicado asunto.
Esta vez quiero decir que se
equivocan en sus diagnósticos los que nos quieren vender como receta la fórmula
empleada en la década de los 80 para superar el conflicto, porque el de
hoy no es comparable con el que vivimos en esa época. Sin embargo, los métodos
que se están utilizando para combatirlo son los mismos y ya la historia se ha
encargado de demostrar y corroborar que son ineficaces y deficientes. Por eso
en este breve escrito intentaré explicar la diferencia que existe: en los años
80 la violencia se asociaba con el narcotráfico y más concretamente con Pablo
Escobar y la delincuencia común.
Pues bien, hoy no se encuentra entre
nosotros Pablo Escobar y tampoco la delincuencia común que conocimos en los
años 80, razón suficiente para decir que el tratamiento que se le tiene que dar
al asunto es completamente diferente. Mientras las distintas autoridades tengan
como estrategia perseguir a la delincuencia común van a fracasar en su intento.
En los años 80 se hablaba de
raponeros, cosquilleros y atracadores, muchos de ellos funcionaban
individualmente, esto es de manera aislada. Sin embargo, esta delincuencia
sufrió una metamorfosis y de delincuentes aislados pasaron a constituirse como
bandas, a las que hoy se les califica como combos o estructuras armadas, que
además cuentan con armamento propio y pesado.
El fortalecimiento de las
organizaciones delincuenciales que hoy trabajan bajo el control de los
paramilitares se originó a partir de la alcaldía de Juan Gómez Martínez,
período en el cual se les propuso a los muchachos integrantes de las todavía
incipientes bandas que dejaran las armas a cambio de estudio y la
implementación de proyectos económicos en sus zonas de residencia, entre los
que se contaban las panaderías. No obstante, el doctor Gómez Martínez no tuvo
en cuenta para nada el dicho popular que dice que vaca ladrona no olvida el
portillo. Los que habían entregado las viejas armas rápidamente las
reemplazaron con artefactos nuevos, comprados con dinero oficial. Además, en
los locales no solo se procesaba el pan sino que también se usaban como bodegas
para guardar objetos robados. Algunos de estos espacios fueron más tarde
allanados por las autoridades.
La confrontación armada en Medellín,
a juzgar por los resultados obtenidos, no parece tener una solución policial,
puesto que tiene un fuerte componente económico y político, y trasciende la
comuna 13, que es en donde hoy están midiendo el pulso los dos poderes que
cohabitan en la ciudad. Por un lado, el alcalde respalda los dueños de buses
que manifiestan no poder pagar un tributo tan alto como el que le ha fijado el
poder real que controla las comunas 12 y 13 y les ofrece seguridad; y el otro
poder que impone su ley a sangre y fuego, les dice que si no pagan no pueden
trabajar. Los platos rotos de esta confrontación los están pagando con su vida
los conductores de buses, en menos de 15 días se han presentado ataques contra
estos, con un saldo de dos muertos.
¿Por qué este grave problema en vez
de resolverse se incrementa? Muy sencillo, porque el paramilitarismo también sufrió
su metamorfosis, y de un proyecto que se presentaba como contrainsurgente, que
resultó estrechamente ligado con el narcotráfico, el cual después de la
supuesta desmovilización, pasó a ser un proyecto político, económico y militar
con cobertura nacional y con vocación de poder. Dominio que de manera directa o
indirecta ejercen en el orden territorial.
En Medellín se ve más claro que en
cualquiera otra región del país la confrontación de los dos poderes que están
funcionando en una misma unidad geográfica. La preocupación de algunas
autoridades no radica propiamente en la inseguridad ciudadana, sino en cómo
salvaguardar los intereses de sus patrocinadores electorales. En los
respectivos análisis que se hacen del conflicto urbano no se tiene en la cuenta
que también están confrontados los dos modelos económicos que cohabitan en la
ciudad. Hablo de la economía tradicional y la economía emergente.
El paramilitarismo en Medellín no es
solo narcotráfico, cobro de tributo o extorsiones como lo califican las autoridades,
sino un próspero emporio económico con mucha influencia política y un poder
corruptor descomunal, que está poniendo en jaque a los empresarios vinculados a
la industria. Hay que decir aquí que algunos empresarios también tuvieron una
mutación y pasaron a ser importadores de mercancías o contrabandistas con
vínculo con el narcotráfico. En este reglón de la economía, o sea, en el
renglón de las importaciones, la voz cantante la tiene el dinero del
narcotráfico.
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