Cuando se escucha hablar de los
mecanismos y medidas que tienen los gobiernos para generar empleo digno en
Colombia, siempre se tienen que oír disertaciones que proyectan al país, en un
muy corto tiempo, a estar en los niveles de vida más altos del continente y del
mundo. Para esto se hace necesario mencionar las leyes 50 y 100, de los 90s, de
empleo y de salud respectivamente. Sin perjuicio de citar la apertura
económica, preámbulo de los conocidos nefastos tratados de libre comercio que
han hecho movilizar a casi toda la población de Colombia. Que nos sirva esto de
referente frente a lo que se cierne en nuestra contra.
Con el teletrabajo se nos está
tratando de infundir la misma idea de bienestar y de beneficios con que nos han
engañado durante los últimos 50 años. ¿Acaso la reingeniería y la calidad
total, entre otras, madres de las leyes 50 y 100, no nos iban a poner en unas
condiciones de competencia y competitividad frente a todos los estados del
planeta? ¿Y dónde estamos ahora? Somos el país con más desigualdad en américa
latina, inclusive por encima de Haití, y el segundo en el mundo después de
África, según el método GINI que sirve para medir las formas de distribución
inequitativa de los ingresos en los estados.
Como nuestros culebreros
económicos copian cualquier modelo o método que le sirva a los que más tienen y
que perjudique a los que menos recibimos, le han aceptado la idea del
Teletrabajo a Jack Nilles, un personaje que anda por el mundo enseñándoles a
los empresarios como quitar derechos y como agrandar sus ingresos. La experiencia
del señor Nilles se remonta a la época de los 70s, década en que comenzó a
fabricar el esperpento que hoy vuelve a poner a los trabajadores en condiciones
más deprimentes. Pero la cosa va más lejos: no sólo se reducen las
retribuciones salariales al trabajador sino que se ataca la médula colectiva de
unidad y de esfuerzo que requerimos todos para lograr los cambios estructurales
de un sistema que nos desangra cada vez más.
La cosa es muy sencilla,
observemos: toda la estructura laboral la pondrá el trabajador, mientras el
empresario se la ahorra; desaparecerá el tiempo de descanso, porque el
teletrabajador siempre tendrá que estar en disposición de cumplir con sus
compromisos laborales, sin importar el tiempo extraordinario que no tendrá como
demostrarlo, pues si le es difícil en el puesto que le tiene la empresa, peor
será cuando esté por su cuenta y riesgo. Desaparecerá el subsidio de
transporte, mismo que le quedará al patrón; los equipos de trabajo estarán bajo
su custodia y le ahorrará esta parte a su empleador; las mujeres perderán sus
tiempos de lactancia y períodos de maternidad, a la vez que volverán a
enclaustrarse en sus hogares, de los cuales han logrado salirse sin perder sus
responsabilidades, para ubicarse en un contexto social más adecuado. Y todo por
el mismo salario, lo que significa, matemáticamente, una reducción de sus
ingresos.
Con el Teletrabajo, ley 1221 de
2008, tan cacareado por estos días, se pretende darle una aplicación a la ley
1341 o de TICs, la cual, en forma también falaz, se aprobó para el desarrollo
tecnológico del país, pero que únicamente tiene que ver con la puesta en marcha
de los tratados de libre comercio con EE.UU, firmados por los gobiernos lacayos
nuestros. Cuando debería ser El Ministerio de Educación el más indicado en
pronunciarse ante el desarrollo académico que se vería según las TICs, el
Ministro Diego Molano Vega, salió a defender el Teletrabajo como una imposición
que garantizará los negocios ya contraídos de entrega de nuestros recursos
naturales. Siendo mucho, no es todo lo que podemos decir en este pequeño Análisis al Teletrabajo, figura que
traerá, por supuesto, más explotación,
más dependencia y más miseria.
Junta Directiva
UNIGEEP
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