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domingo, 24 de enero de 2016

¿Paz o Guerra?

A finales del siglo XIX y a comienzos del XX, los contrabandistas de todo el país, se inventaron todo tipo de historias y de leyendas de espantos, en algunas zonas y regiones, haciendo que los pobladores cogieran miedo y no pasaran, a ciertas horas, por esos espacios. Consiguiendo con esto, los mafiosos de esa época, poder traficar bebidas y tabaco, por esas grandes áreas, sin ser descubiertos, pues las personas se llenaban de pánico ante la aparición de cualquier figura demoniaca que los atemorizara.

En nuestra época actual, no se están utilizando espantos, pero se está recurriendo a espectáculos mucho más comprometedores, delicados y nocivos. Es así como el gobierno nacional, en cabeza del Presidente Santos, ha venido tendiendo una cortina de humo, en todo el país, con el falto de contenido social Proceso de Paz, mientras al pueblo colombiano le ha declarado la guerra más fratricida de los últimos tiempos. Por un lado, extiende diálogos con una subversión permeada por la oligarquía nacional, mientras por el otro, propone y aprueba las medidas que descomponen el accionar pacifico pretendido de los ciudadanos.

Después de la constitución de 1991, el país parecía haber ingresado en los senderos más exitosos, según la opinión de múltiples eruditos en la materia. No obstante esto, los gobiernos entraron a ejercer la verdadera realidad para lo que fue aprobada: la cesión de nuestra infraestructura. Con la apertura económica se condenó a la quiebra a nuestras boyantes empresas; con la seguridad democrática se cometieron todo tipo de crímenes, falsos positivos y entregas de nuestro patrimonio público; y con el proceso de paz, se acentúa todo lo anterior, pero con énfasis en terminar de regalar todo lo estratégico de nuestra nación, en cuanto a bienes y recursos naturales, concentrados en la minería y en los activos territoriales.

La entrega de ISAGEN, acción que ha generado, con toda razón, el rechazo más vehemente de todo el pueblo colombiano; la aprobación de licencias mineras, en un crecimiento exponencial infinito; la concesión de territorios a extranjeros, bajo la falaz restitución de tierras; el regalo de UNE EPM Telecomunicaciones S.A., que pareciera no tener significado estratégico, porque a muy pocos les ha dolido, al no haberse creado un sentimiento nacional, son el reflejo fiel de la farsa en que se nos ha querido involucrar a los conciudadanos que tenemos un concepto claro de las reales soluciones que requiere nuestro estado.

Las decisiones que se han venido tomando, y que perjudican el desarrollo sostenible del campo y la industria pública, incluso la privada, del país, no son medidas para solucionar las crisis que atravesamos, por el contrario, son el certificado que corrobora que el llamado es al desorden, a la iniquidad y a la violencia más fratricida del comienzo de siglo.  El pueblo colombiano debe saber resolver la pregunta ¿Paz o Guerra?, de ello dependerá que el futuro de nuestro país se encause por los senderos que verdaderamente le convienen, y no por el que le interesa a los apátridas y traidores que circundan la política nacional.

“Existirá cultura de la paz cuando las figuras públicas favorables a la cultura de la violencia se den cuenta de que las guerras engendran sociedades belicistas”
Cora Weiss



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