La representante a la cámara Ángela Robledo Gómez,
la semana inmediatamente pasada, hizo una aseveración en la que expone que la
situación de Medellín, es más delicada que la de Venezuela. De inmediato,
muchas fuerzas políticas y administrativas de la ciudad le salieron al paso,
tratando de negar la realidad que nos viene atropellando desde hace demasiado
rato. La verdad, para quienes interpretan un poco las cifras, no admite ninguna
discusión, pues los números no mienten.
En Venezuela, supuestamente, por la irresponsabilidad
de ese gobierno en cuatro meses de protestas se han presentado cerca de cien
muertos, aunque están ocultando que estos decesos los viene causando la
oposición, aquella que mantuvo a nuestra hermana nación en la miseria más
vergonzante durante doscientos años. Si vamos a aceptar esa discusión, el tema
se debe analizar someramente, para no caer en la tragicomedia que nos están
vendiendo: la de mirar la apariencia fabricada del lado, mientras a nosotros
nos carcome una historia tan deplorable, que ya ni nos extraña un crimen más.
Observemos: en Colombia existen 400.000
venezolanos, sumados los últimos 150.000 que han llegado durante la crisis, mientras
en Venezuela hay domiciliados 5.800.000 colombianos, según todas las cifras que
suministra el mismo gobierno nacional. Siendo así las cosas, si se es lo
suficientemente objetivo: si en la hermana república se dimensionan unas
dificultades y problemáticas, entonces lo de Colombia es un verdadero
holocausto. Se habla de que en la nación vecina se presenta un
desabastecimiento, pero ¿de dónde aparecen los grandes contrabandos de carne y
granos que se decomisan en la frontera y que proceden de ese país? En ese orden
de ideas, no se puede continuar por el sendero que nos proponen, dado que los
datos hablan de situaciones contradictorias, no ahondando en otros tangibles
detalles.
Siendo concretos y concisos, debemos adentrarnos en
lo que verdaderamente nos debe ocupar y es la realidad que vive Medellín, y que
buscan esconder, por todos los lados, los timadores del conocimiento de los que
saben las adversidades más palpables de los últimos años. ¿O es que son
mentiras los escándalos hospitalarios, los de la educación, los de la
contaminación ambiental con los sobornos a bordo, los del desempleo con los
despidos masivos, la corrupción que pulula y se ha empotrado en los
funcionarios que se defendían como honestos y las contrataciones ilícitas y
negocios obscuros en el Grupo EPM? Para saber de la seguridad de Medellín, no
son las cifras del alcalde las creíbles, basta ir a las clínicas, los
cementerios, las salas de velación y los hornos crematorios, para saber cuál es
la verdad que se repite a diario.
Según los administradores de turno, con sus
padrinos políticos, y su hipócrita, retrograda y olímpica manera de ver las
cosas, Medellín se quedó estrecho frente al paraíso, de ahí que se rasguen las
vestiduras cuando les descubren sus pérfidas actuaciones. Las capturas
recientes del Secretario de Seguridad y varios miembros de la contraloría, no
parecieran mostrar nada, pero esto funciona solo para los ingenuos y
desadaptados, porque la realidad supera cualquier ficción. La
verdad que les duele…aquella inocultable, sale a colación cada vez que
quieren desviar la atención para trasladarles a otros la culpa de su conexión
directa con las acciones ramplonas que les delatan, haciendo uso de los
compulsivos y mitómanos medios de comunicación que secundan sus detestables
ignominias.
“El que tiene tejado de vidrio no tira piedras al de su vecino”
Anónimo.
JUNTA DIRECTIVA
UNIGEEP
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