La semana inmediatamente pasada, el Señor Gerente
General de Las Empresas Publicas de Medellín, Jorge Londoño de la Cuesta, hizo
público un documento en el cual deja sentadas unas bases de los posibles
comportamientos éticos del grupo más cuestionado, en estos precisos momentos,
en Antioquia, debido a las situaciones indiscutiblemente obscuras que conocemos.
Así como “El patriotismo es el último refugio de un canalla” según el
eminente Samuel Johnson, también tenemos que afirmar que el discurso hipócrita
sobre la moral, es la cobija con que se tapan los horrores de los
irresponsables.
La ética bien podría determinarse como la
sumatoria de las actuaciones morales de un individuo o de un grupo de personas,
teniendo en la cuenta que lo amoral no es sinónimo de inmoral, pues lo primero
es el no conocimiento de las normas de convivencia humana, mientras lo segundo
es la contravención de las reglas de comportamiento aun a sabiendas del
perjuicio que se causa. En este orden de ideas, es claro pues que los desempeños
notoriamente censurables de la vigente administración de Las Empresas Públicas
de Medellín, se hallan por fuera de todo marco que regule las pautas del buen
ejercicio de la función pública. Por ello hay que entender el desespero de
salir a mostrar lo que no se tiene.
Se hacía más cuando no se predicaba tanta
pulcritud, habida cuenta que las buenas prácticas que se tenían mostraban
hechos positivos tangibles y no un listado de títulos vacíos con un contenido que
no se compadece con la realidad, y que conste que estamos hablando de una
administración que lleva más de 16 años, dado que es la misma, bajo ropajes de
nombres y cedulas distintas, de ahí su axiomática complicidad. Así se saquen a
relucir los pactos globales y se escondan tras las Naciones Unidas los actos
arbitrarios son de tan alto relieve que se ven, aunque se esté a kilómetros de
distancia. La crisis en la que tienen inmersa a nuestra casa matriz hace que
ciertos individuos fabriquen todo tipo de figuras para aparentar lo que no son.
La presente administración de Las Empresas
Públicas de Medellín, cada vez reluce más por su forma postiza de hacer las
cosas y por la infinidad de apariencias que muestra, llegando al caso extremo
de vender la falsa idea de que la alteridad es uno de sus principales
propósitos. El discurso hacia la sociedad y en pro de la comunidad en general
lo invalidan los hechos bochornosos que todos los días se conocen. No se puede
hablar de una transparencia y de una función en favor del prójimo, cuando detrás
de muchos directivos se observan las osadías más infames que sepultan los años
de una excelente gestión. Pero las fechorías se seguirán presentando, el
panorama no es esperanzador, porque el espiral de las malas prácticas
continuará su curso sepulcral. Las babas superan el uso de las palabras.
La historia no ha sido la mejor orientadora de los
reinantes directivos de Las Empresas Públicas de Medellín, y eso que tuercen la
boca diciendo que el que no conoce su pasado está condenado a repetirlo, como
si esto se hubiera convertido en una máxima aplicable en todo sentido. Si al
menos tuvieran conocimiento de lo que hacían los reyes ingleses cuando
contrataban a los bufones, y los frutos que le sacaban a lo que aportaban estos
bromistas, algún provecho sacarían y un camino diferente emprendería nuestro
otrora ejemplar ente para bien de todos sus usuarios, internos y externos. No
cabe discusión, seria insulso.
Hasta los años setentas podríamos haber contado
con una era de industriales inteligentes que miraban a su alrededor, creando
condiciones positivas para los que los rodeaban, de ahí que se hayan conocido
instituciones que aliviaban en todo o en parte algunas necesidades de los
trabajadores y la comunidad, pero en nuestro ambiente diario en Las Empresas
Publicas de Medellín el horror es la constante, porque un cáncer no se cura
acelerando la metástasis en todo el cuerpo; los niños no quedarán seguros en
manos del convertido farsante Alfredo Garavito; y nuestra casa matriz nunca
estará blindada frente a la amenaza mortal del GEA, con su alcalde títere, así
el Código de Ética del Grupo EPM se
haya redactado para esconder las irregularidades gravísimas que destilan las
nefastas actuaciones de esta administración, comenzando por el Señor Jorge
Londoño de la Cuesta.
“Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada
a este mundo”
Albert Camus
Albert Camus
JUNTA DIRECTIVA
UNIGEEP
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