Durante la reciente visita del Papa Francisco a
Colombia, son muchos los comentarios y análisis que han quedado, y que son bien
interpretados de un lado, mientras que por otro se utilizan para lograr una
especulación rampante que se acomoda, en forma fácil, en la cabeza de tanto
ingenuo que no se decide a usar su cerebro para el beneficio propio o de los
demás. Es increíble que con las exposiciones sabias, de un talento indiscutible,
como las traídas por el primer jerarca católico, todavía haya quienes se dejan embrollar
por los medios, por sus mensajeros y por sus felones dueños. Compartamos o no en
el pensamiento eclesiástico, el ejemplo dado no asiente anarquías.
No faltaron los grajos, enmarañando el estado laico,
con el pueblo creyente o religioso. Cuando una cosa es separar la nación de
cualquier dependencia teísta para no comprometerla, y otra es dejar la libertad
de culto a la que tiene derecho cada ciudadano. Pero ahí estuvieron demostrando
su innegable estulticia, que es cierta, las cornejas de la violencia. No faltó la
carta al Papa, dirigida por quien ha ungido de sangre a Colombia, aun sabiendo
que el Vicediós no se prestaría para darle tramite a escritos imbéciles, pero
el genocida mayor sabía que la mejor manera de que sus apocados supieran del
contenido, era decir que se le había hecho llegar una misiva al primer prelado
de la iglesia. Hoy tristemente, muchos de aquellos que salieron a alabar al Santo
Padre, se olvidaron de las lecciones que impartió y han vuelto a la degradación
que les ordena su verdugo.
El Papa, en el Palacio de Nariño, dio catedra en
todos los sentidos, pero centró su propósito en enseñarles a los apátridas
segmentos del himno nacional y extrajo pasajes de los escritos de Gabo para
advertir lo que nos espera de continuar como vamos. Hay que observar muy bien
esta intervención, porque ahí se puede descubrir la manera en que queda el
Presidente de la Republica, quien aceptara que Colombia es el Israel de América
Latina, sin sonrojo alguno, y que es el segundo nombre en el régimen cruento de
dieciséis años que nos gobierna, y que, con toda seguridad, saldrá ileso de la
densa corrupción que nos sepultará, producto de la oligofrénica masa de electores
que escoge a sus carniceros. Al final, al primer mandatario colombiano solo le
quedó salir, sin saber que hacer, detrás del que le acabara de dar una
edificante muestra de ética.
Es claro que el Sumo Pontífice no vaya coincidir, en manera exegética, con el pensamiento de la
clase trabajadora, porque su esencia e intereses no van a ser iguales, pero si nos
demostró que sabe bien que la derecha y la izquierda son las extremidades del
cuerpo capitalista, y que ambas se prestan para señalarse una a la otra, y
sacar el mejor partido, pero que terminan siendo pieza clave del
establecimiento. Hay que resaltar que tampoco asumió una posición de centro,
para acomodarse sin ningún compromiso serio, basta solo darle comprensión a
otra de sus frases: “Los Sacerdotes no son políticos ni técnicos, son pastores”
con lo que da a entender que los clérigos que se han prestado para ponerse al
servicio de los sanguinarios de Colombia, bajo cualquier pretexto, han probado
que su misión dista mucho de la equidad que profesan. Esto último queda
afianzado en la confrontación abierta que le ha declarado a la mafia de la
curia italiana y al banco ambrosiano, colisiones que no son de poca monta.
Bueno, pero ya con todas las intervenciones que
hizo el Santo Padre, a cada quien o a
cada grupo o corriente política le corresponderá asumir los correctivos del
caso, o seguir en su senda de engaño y de crimen. Porque entendiendo a Voltaire,
sin reducir al gran pensador francés al diminuto tamaño de los cipayos
colombianos, cuando dijo que del padrenuestro podía hacer una calumnia,
demostrando lo que un hombre decide para falsear la verdad, cada individuo o muchedumbre
ideológica será consciente de su discurso cierto o mentiroso, dado que las
bases están cimentadas para descubrir las tendencias buenas o malas de los que
aparentan ser dirigentes. Un Papa
Francisco: ni santista ni uribista; ni derechista ni centrista ni izquierdista,
es la señal más clara de las fisuras que
se visualizan en los imperios, y que hay que aprovechar para los avances que
requiere una sociedad en crisis y en vía de extinción. En esto último nuestros líderes
clásicos fueron lo suficientemente hábiles, porque no le dieron el beneficio de
la duda a nadie.
“Es desgracia habitual en los ineptos la de
engañarse al elegir profesión, al elegir amigos y al elegir casa”
Baltasar Gracián
Nota: para su análisis, muy detenido
y a fondo, anexamos el vínculo de la intervención del Papa, en la Casa de
Nariño https://www.youtube.com/watch?v=litF9g2rwPk
JUNTA DIRECTIVA
UNIGEEP
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