Es un hecho indiscutible que hasta los
años setentas, la clase política colombiana tenía una concepción de estado, que
si bien no solucionaba la problemática social del país, sí le daba un
tratamiento medianamente responsable a los activos físicos estatales. Todo
porque su inteligencia le permitía saber que mientras se tuvieran empresas
públicas de producción de bienes y servicios, el empleo y la inversión social
verían solucionadas, en gran parte, sus crisis y necesidades. Esto no impide
reconocer que hasta la financiación de sus campañas politiqueras salían de
estas entidades.
Con la llegada de los años ochentas,
hasta nuestros días, cada vez observamos el espiral más siniestro y macabro,
con la venta acelerada de todo lo que sea público, y que produzca utilidades y
rentabilidades económicas. Incluso, así se vayan a quedar sin la soga y sin la
cabra, lo que le importa a una gran cantidad de irresponsables y desadaptados,
que quieren enriquecerse a expensas de los bienes estatales, es entregar el
erario. En esto están comprometidas las falsas universidades en donde se viene
preparando a sus egresados, no para serle útil a la sociedad, sino para que
consigan dinero con sus cartones, a como dé lugar, sin importar que para ello
tengan que sacrificar hasta sus mismos congéneres.
En la actualidad, se vuelve un
imperativo reconocer que estamos ante una sucesión de gobiernos, que tienen una
misma identidad: vender físicamente nuestra nación. Ya ideológica y económicamente,
están subyugados y arrodillados a las imposiciones foráneas, aunque nos quieran
convencer de una hipócrita y mentirosa independencia. Todos los mandatarios y
sus escuderías rojas, azules y verdes, entre muchas otras demagógicas,
absolutamente, sin excepción alguna, desde la década de los ochentas, tienen
una sola misión: entregar nuestras entidades estratégicas para el disfrute de
las multinacionales que vienen a expandir sus ingresos y a dejarnos atraso y
miseria. Porque comprobado está que la inversión extranjera no contribuye al
desarrollo de los estados sino a su pobreza e indigencia.
En el mundo sólo el 2% del agua es
consumible, porque el otro 98% o es salada o está congelada, y la que logra
descongelarse, entra al mar para adquirir su salinidad. De ese 2% en la tierra,
Colombia tiene el 75% del agua más potable. Lo que nos debe llamar totalmente la
atención es que nuestra amada ISAGEN, tiene influencia en más de un 50% de ese
75% aludido. Esto pareciera ser un rompecabezas matemático y porcentual, pero
si lo leemos detenidamente, obtendremos una comprensión que nos llevará a
entender que la venta de ISAGEN es otra de las canalladas e infamias que va a
cometer este gobierno traidor. Como quiera que no sólo se va a entregar una
empresa de grandes utilidades y rentabilidades económicas y sociales, sino que
se van a regalar los ríos, las cuencas hidrográficas y el capital ecológico que
encierra el escenario de nuestra digna ISAGEN.
No podemos dejar de lado, ni más
faltaba, el desempleo que generará la entrega de un bien tan preciado y de un
valor tan incalculable. Habida cuenta que la masa laboral vinculada e
indirecta, que se conserva en ISAGEN, es de gran importancia, más allá de sus
familias y de la comunidad que recibe los beneficios de una empresa financiera
y económicamente viable y sostenible. Esto no puede ser tomado como un discurso
del capricho sindical, por el contrario tiene que servir para el despertar de
una nación que no está siendo consciente de la entrega de su presente y su futuro.
La Venta de ISAGEN: Un reconocimiento de
la estupidez no nos debe alejar de la sentencia y escarnios públicos que
merecen quienes ya no piensan en nuestro país y en su sociedad sino en sus
bolsillos.
“Curiosamente,
los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han
votado”
JUNTA
DIRECTIVA
UNIGEEP
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