Más
Sobre Hidroituango
Mientras el Señor Gerente General de
EPM, sigue dando lora, por doquier, demostrando su infinita complicidad en el
hecho más grave que atraviesa nuestra casa matriz, en toda su historia, otros
medios nacionales lo ponen en cintura y lo llaman a una cordura más lícita. La
Doctora María Patricia Durango Gutiérrez, en su columna de Razonpublica.com del
3 de marzo de 2019, como colofón deja unas inquietudes de las que le respondemos que los paganinis fueron los tres expuestos, mientras los ladrones
salieron favorecidos y están libres todavía producto de la denegación de
justicia en Colombia.
Sobre el particular anterior, le
seguimos exigiendo al Señor Jorge Londoño de la Cuesta, que recurra más a lo
que le queda de cerebro como especialista en caballos y acomodamiento de
encuestas, para que no hable lo que le ordenen sino lo que no lo comprometa.
Este titular Más Sobre Hidroituango es
una antesala a otro caso grave que se le viene encima por ponerse a hablar
babosadas, aunque ya salió otro por ahí, bien comprometido, que por tratar de
ayudarlo la terminó embarrando.
“La enfermedad del ignorante es ignorar su propia
ignorancia”
Amos Bronson
Alcott
JUNTA DIRECTIVA JUNTA DIRECTIVA JUNTA DIRECTIVA
UNITRATEL UNIGEEP SINTRAUNE_EPM
Los
invitamos a que lean pues la columna enunciada:
Las
huellas financieras y económicas de Hidroituango
Además del impacto ambiental y social,
Hidroituango deja muy serias preocupaciones económicas. ¿Cuáles son los
problemas y las posibles salidas?*
María
Patricia Durango**
La
promesa que no fue
Hace cincuenta años, la central
hidroeléctrica de Ituango (Hidroituango) iba a ser la gran oportunidad para
aprovechar el potencial hídrico del cañón del Río Cauca, en Antioquia: el
segundo río más importante de Colombia.
Se esperaba que Hidroituango
satisficiera una demanda proyectada de energía del 17 por ciento para todo el
país, que tuviera participación en el mercado internacional y que fuera una
ambiciosa inversión para Antioquia en términos de infraestructura.
Pero hoy este proyecto, el más grande
que se ha hecho en los últimos años en Colombia en materia de generación de
energía, pasa por su peor momento.
El
impacto de Hidroituango
Al inmenso impacto ambiental que el proyecto ha tenido se suma la
actual crisis financiera y económica. De acuerdo con Empresas Públicas de
Medellín (EPM), los retrasos costarán 7 billones de pesos, pues será necesario
obtener los recursos financieros que no estaban previstos y asegurar el normal
funcionamiento de la central hidroeléctrica.
El aumento de los costos y los gastos
directos e indirectos, y el retraso en la entrega final de la megaobra tendrán
un serio impacto sobre la tasa interna de retorno (TIR) al final del período.
Si además se tiene en cuenta que el dinero pierde valor con el paso del tiempo,
el panorama es todavía más desolador.
A lo anterior se suma el fenómeno de
El Niño, que implica fuertes y prolongadas sequías. Ese fenómeno climático
tendrá un impacto económico negativo que también debe tomarse en cuenta, para
las comunidades pesqueras, mineras, barequeras y agrícolas—cuyo sustento
depende del Río Cauca—. Y como Hidroituango es considerado un proyecto de
interés nacional y regional, esos costos y gastos adicionales afectarán el gasto
fiscal, afectando la economía colombiana y, finalmente, el Producto Interno
Bruto (PIB).
Se esperaba que Hidroituango
satisficiera una demanda proyectada de energía del 17 por ciento para todo el
país.
Los efectos de la crisis se verán de
inmediato en el plano internacional. Actualmente, EPM tiene una clasificación
del crédito BBB, lo cual significa que las calificadoras de riesgo la
consideran una empresa de nivel medio o cuyos resultados financieros son
bastante aceptables, aunque no excelentes.
Pero mantener esa calificación
crediticia en las condiciones actuales será bastante difícil. Las mediciones se
basan en el nivel de endeudamiento de la firma y en los verdaderos ingresos
operativos —en inglés, Earnings before Interest, Taxes, Depreciation and
Amortization (EBITDA) —. Eso quiere decir que no se toman en
consideración los aspectos financieros y tributarios. Como en el caso de EPM
aumentará la relación deuda/EBITDA, su calificación desmejorará y esto
producirá desconfianza en el mercado.
A pesar de lo anterior, las mediciones
de las agencias internacionales se realizan en términos globales, lo que podría
“emancipar” a las firmas calificadoras de riesgo.
Las
posibles salidas
Ante
esa difícil situación, EPM puede tomar varios caminos.
Uno de ellos es reducir la nómina de
la empresa. Esta sería una estrategia para reducir los gastos y aumentar la
liquidez en el corto plazo. Sin embargo, esta medida regresiva afectaría el
consumo y las necesidades de los hogares que dependen de EPM y representaría
una pérdida de capital humano para la organización.
Además, sería un revés de gran
importancia para una empresa como EPM, que ha obtenido reconocimientos como una
de las diez mejores empresas para trabajar en Colombia y que tiene
distinciones y una gran reputación en materia de sostenibilidad y calidad.
Otro camino posible es transferir los
activos fijos productivos de la empresa (CAPEX, por la contracción de Capital
Expenditure) para obtener liquidez que le permita afrontar la crisis. Esa
desinversión sería un modo de atender las necesidades de infraestructura y el
normal funcionamiento de las operaciones y servicios de la entidad. Pero la
estrategia puede ser contraproducente en el largo plazo, a pesar de la posible
recuperación del dinero y la mejora en el flujo de caja.
Por último, EPM puede vender las
acciones que tiene en la multilatina Interconexión Eléctrica S.A (ISA) y otras
compañías minoritarias. A principios de febrero, EPM anunció que vendería su participación del 10,17 por
ciento en ISA y aunque no parezca una cifra significativa, algunos han
advertido que, para EPM, el verdadero costo de esa venta es perder la silla en la junta directiva de esa organización.
Con todo, si consideramos la
valorización actual del título que ISA ha tenido en el mercado bursátil
colombiano y si tenemos en cuenta que esta operación no afecta los covenants—indicadores
que sirven para medir el repago de deudas—, la decisión de EPM parece
acertada, aunque los volúmenes de negociación no alcancen a cubrir el déficit
que tiene.
De
acuerdo con Empresas Públicas de Medellín (EPM), los retrasos costarán 7
billones.
También existe la opción de vender en
el mercado internacional una de las últimas adquisiciones de EPM: la chilena
Aguas Antofagasta. Si la compañía une esfuerzos con otras hidroeléctricas del
mundo y se llega a una buena negociación, eso podría implicar una entrada de
capital para EPM, que permita obtener un respiro.
Las anteriores estrategias financieras
permitirán atender la contingencia actual, obtener mayor liquidez para sacar
adelante el proyecto y mantener bajo control los niveles de endeudamiento. Sin
embargo, es probable que esas medidas tengan serias consecuencias para el
músculo financiero de EPM, una de las empresas insignia en prestación de
servicios públicos de Colombia y América Latina.
Una
mirada realista
Con optimismo, el caso de Hidroituango
puede ser analizado bajo la teoría del “segundo mejor”, introducida por Richard Lipsey y Kelvin Lancaster en 1956.
Según esta teoría, aunque los modelos
matemáticos para diseñar los proyectos sean perfectos, en la vida real existen
errores y contingencias que nos alejan de la mejor opción posible. Por eso se
deja de aspirar a la perfección y el objetivo empieza a ser el “segundo mejor”.
Ahora no se trata de lograr el óptimo sino de contentarse con la “segunda mejor
opción”.
Visto de esa manera, cambian los
posibles escenarios para el proyecto y se ven de una forma distinta sus
alcances, riesgos cuantificables y no cuantificables, costos marginales y
tiempos estimados. Si partimos de la imposibilidad práctica de un resultado
óptimo, pueden verse más opciones en cuanto a competitividad del proyecto,
sostenibilidad, aprendizaje colectivo, innovación, reputación y gestión del
riesgo.
La crisis de Hidroituango y las
posibles salidas que aquí se contemplaron dejan una reflexión final: ¿todavía
será posible que, como se esperaba al comienzo, se dé un “triple ganar”: que
gane el inversionista, que gane la población y que gane el territorio?
¿O ya estaremos ante un escenario
distinto, y alguno de los tres interesados habría empezado a pagar los platos
rotos?
*Razón
Pública agradece el auspicio de la universidad EAFIT. Las opiniones expresadas
son responsabilidad de la autora.
** Candidata
al Ph.D. en Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Granada,
España, mágister en Administración Financiera de la universidad EAFIT,
profesora del Departamento de Finanzas de la universidad EAFIT.
Anexamos el enlace: https://www.razonpublica.com/index.php/econom-y-sociedad-temas-29/11805-las-huellas-financieras-y-economicas-de-hidroituango.html
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